A viva voz
Testimonios
Mi TCA empezó como si nada y sin darme cuenta fue avanzando lentamente. Primero empecé a comer "la porción ideal", a cocinar "saludable" y esforzarme por un "buen físico". Con el paso del tiempo mi variedad de alimentos y mi porción de comida fueron disminuyendo. Recurrimos a un médico pediatra, pero no funcionó, mi peso descendía velozmente, probamos con una nutricionista, una psicóloga y un médico nutricionista, pero nada me ayudaba.
Mi familia estaba desesperada y yo cada vez peor, sin darme cuenta llegue al extremo. En ese momento conocimos a "Jóvenes Salud Integral" (un centro especializado en adolescencia, donde hay profesionales especializados en TCA) y ahí empecé mi tratamiento en donde me diagnosticaron Anorexia nerviosa, fue difícil aceptar que tenía una enfermedad, que mi vida estaba en riesgo y que mi cuerpo ya no aguantaba más así.
Mi tratamiento no fue lineal (el de nadie lo es), costó mucho y fue durísimo porque adentro mío ya no estaba la Sara que era, ni la que los otros conocían, había algo que me invadía y controlaba. Pero gracias al equipo de profesionales de "Jóvenes" y a mis seres queridos, pude ir recuperándome, aprendiendo y poco a poco ir saliendo del TCA. Llevo tiempo, pero valió la pena, vale la pena estar sano, vale la pena ser feliz y disfrutar. El tratamiento me dio herramientas para enfrentar situaciones, para ser fuerte psicológicamente y crecer sanamente.
Esta enfermedad me hizo sufrir mucho a mí y a mí familia, pero nos dejó una enseñanza enorme y nos cambió como personas.
Las enfermedades psicológicas no son un chiste, no son una histeriqueada, no son para llamar la atención, son enfermedades tan serias como cualquier otra. no se puede salir solo, no tengan miedo de pedir ayuda, o de querer ayudar.
Empezó a mis 14 años, sin pensar en lo que me estaba metiendo, empecé restringiendo comidas y a volverme más observadora a la hora de comer, evitando "grasas", que según yo no me hacían bien. Así pasé 6 años de mi adolescencia, con altos y bajos, con cambios de humor y claramente cambios de peso todo el tiempo. Llegué a Jóvenes con 20 años, en un momento de desborde, cuando supe que no había manera de acomodarme sola y con mis vínculos afectivos casi rotos. Mi día de admisión, llegué con todas las ganas de cambiar mi calidad de vida, tuve miedo (incluso quise salir corriendo una vez estando en la puerta), pero algo dentro mío sabía que era lo mejor, me encontré con un grupo de profesionales que tenían todas las intenciones de ayudarme y encontrar solución a esto. Un año y medio de tratamiento nutricional, psiquiátrico, y psicológico por bulimia y anorexia nerviosa. Con mi cabeza más clara empecé a ver los cambios que claramente yo estaba generando en mí, no todo fue color de rosa, tuve mis recaídas, pero supe levantarme, seguir, y aprender a escuchar lo que mi cuerpo necesitaba.
Después de recibir mi tan esperado ALTA, llegó el momento de salir y aplicar todo lo aprendido, enfrentarse a la sociedad, pero esta vez era diferente, tenía armadura que había construido con todo lo aprendido. ¿Porque la historia siguió y porque sigo siendo paciente si ya recibí el alta?: Porque a veces hay situaciones que nos toman de sorpresa y nunca está mal volver, para poder reforzar la armadura. Hoy estoy feliz de poder contarlo y de poder dar la esperanza de que ESTO TIENE CURA, aprendí a buscar soluciones más saludables para mi vida, dejando de lado preocupaciones innecesarias. Es una enfermedad que hace que te calles, que rompas tus vínculos, que lo único que pretende es aislarte del mundo. NO ESTÁS SOLO Y NO TENGAS MIEDO DE HABLAR, ojalá esto deje de ser un tabú y que la gente pueda realmente tomar conciencia de la cantidad de personas a las que esto afecta. Pueden ayudarme compartiendo lo que fue mi TCA. ¡Gracias jóvenes!
La verdad que es algo bastante complicado de poner en palabras, fue literalmente como un VIAJE POR TIERRAS DESCONOCIDAS donde me crucé con una enorme cantidad de OBSTÁCULOS los cuales hicieron que la trayectoria se volviera agotadora. Aun así, debo agregar que NADA FUE EN VANO…
Comencé el tratamiento en CONTRA DE MI VOLUNTAD y completamente NEGADA, no deseaba estar ahí porque la mayoría estaba en mi contra y ninguno me comprendía, o eso es lo que me daba a entender la maldita enfermedad!!! Constantemente se hacía presente la sensación de que alguien me apretaba con fuerza el pecho. Sentimientos de SOLEDAD, TRISTEZA, MIEDO y ANGUSTIA; sumado el hecho de que se me hacía imposible no escuchar LA VOZ DE LA ANOREXIA hablándome y criticando mis acciones a todas horas, llevaron a que me perdiera varias veces en el camino y terminara peor de lo que estaba antes.
Una mañana, mi papá me levanta con los ojos hechos cristales por las lágrimas, prepara una mochila y me lleva de urgencia al hospital. Nunca voy a olvidar esa cruda imagen, una mirada llena de dolencia e inquietud. Pasé, aproximadamente, tres semanas en INTERNACIÓN. Tenía revisiones llevadas a cabo por un grupo de doctores generales cada tres horas, incluidas las noches; y una nutricionista que armaba todos los días el plan alimenticio. Al finalizar, retome el tratamiento en Jóvenes, pero con otra mirada completamente diferente. Cada obstáculo y caída permitió que en mi cabeza entrara la idea de que la situación SE ME HABIA IDO DE LAS MANOS, ERA GRAVE y necesitaba AYUDA. Dejé de resistirme, les permití a las personas acercarse y darme una mano, puse hasta la última gota de mi energía en hacer las cosas bien con el fin de poder encontrar el bienestar tanto físico como mental.
De un momento a otro las cosas comienzan a tomar color, ya no es todo blanco y negro. La presión en el pecho se desvanece, SONRIO mucho más, ya no me siento SOLA, no me encierro ni me oculto. Cuento con la presencia de personas de enorme corazón que quieren verme bien. No vuelvo a dejar que la voz de la anorexia me domine, peleo y discuto hasta último momento. Cada tanto aparece uno que otro pensamiento negativo, pero aprendí a no entrar en pánico, es completamente normal no estar bien todo el tiempo y cuento con HERRAMIENTAS para no dejar que me consuman. Una vez leí una frase que decía: “Soltar lo que te hace daño, es la (r) evolución a todo lo bonito” y cuanta verdad hay en ella. Hoy puedo decir que lo logre, no me di por vencida y Salí del pozo oscuro. Me encuentro fuera, en la orilla, y lo miro desde arriba agradeciéndole por todo, las marcas generadas quedaran como recordatorio de lo vivido y donde no quiero volver. Todos merecemos la felicidad, y ella se refleja cuando estamos bien con nosotros mismos. ¡Debemos priorizar la paz mental, ser conscientes de lo que valemos, el bienestar depende de nosotros, se tarda en sanar, pero se SANA!
Un día me desperté sin saber dónde estaba, perdida y confundida, yo no soy una persona que se pierde con facilidad, o por lo menos que no lo demuestro, pero esta vez era distinto, estaba todo OSCURO y yo estaba completamente desnuda, SIN ABRIGO, SIN MAPA y SIN HERRAMIENTA alguna, no veía nada a mi alrededor, solo sabía que yo estaba ahí, hasta que escuche una voz, era MI MAMÁ, que me decía que camine un poco, y le hice caso, TRASTABILLÉ, me TROPECÉ, pero un par de pasos pude dar, hasta que me encontré con una casa que decía JÓVENES. Algo me decía que no entre ahí, que solo estaba perdiendo mi tiempo, que era al pedo, adentro HABIA ABRIGO Y MUCHISIMAS HERRAMIENTAS que iba a necesitar para volver a casa, pero de alguna manera estar afuera, a oscuras con frío, era reconfortante, quizás porque hasta ahora era lo único que conocía, pensé y pensé muchísimo que iba a hacer, pero cuando me di cuenta ya me habían empujado y estaba adentro. Al entrar no entendía nada, me agarraron, me vistieron un poco, me dieron un par de cosas y me volvieron a tirar afuera, y yo decía: ¿pero qué carajo hago yo con esto? ¿A dónde tengo que ir? ¿qué tengo que hacer? porque tengo que moverme? y un montón de preguntas más, y me dijeron una sola cosa, que LA ÚNICA SOLUCIÓN ERA SEGUIR CAMINANDO. yo estaba en un punto de quiebre donde otra opción no se me ocurría, así que les hice caso, CAMINE un poco, RETROCEDÍ, DI LA VUELTA, sentía que mis pasos no funcionaban que, aunque caminara no estaba avanzando, como si subiera una escalera mecánica al revés, y no entendía porque, pero seguí igual.
Después de caminar por círculos 500 veces me encontré con una persona, DEBO, que ME HABLO, me intento explicar dónde estaba y que pasaba, pero yo sentía que hablaba chino y no le entendía, o no le quería entender, ME MIRO y ME DIO UNA LINTERNA, una de las herramientas más útiles en el recorrido, PUDE VER DONDE ESTABA, COMO ESTABA Y PARA DONDE IBA. Así, un poco más segura seguí caminando, raspándome las rodillas, pero de alguna u otra forma avanzaba. Me volví a encontrar con alguien más, AILIN, ella me miro, miro mis heridas y rodillas machacadas y me dijo que no está mal caerse un par de veces, siempre que después me aprenda a levantar y otra vez me dio un empujoncito. Seguí viaje, camine días que parecían años, pero estaba abrigada y tenía más herramientas así que estaba tranquila, estaba tan concentrada en mi camino que cuando menos lo espere, ya había salido el SOL.
“𝐌𝐢 𝐦𝐞𝐣𝐨𝐫 𝐚𝐦𝐢𝐠𝐚 𝐞𝐫𝐚, 𝐦𝐢 𝐦𝐞𝐣𝐨𝐫 𝐚𝐦𝐢𝐠𝐚 𝐬𝐞 𝐥𝐥𝐚𝐦𝐚𝐛𝐚, 𝐞𝐫𝐚 𝐥𝐚 𝐪𝐮𝐞 𝐦𝐞 𝐚𝐜𝐨𝐦𝐩𝐚ñ𝐚𝐛𝐚 𝐜𝐮𝐚𝐧𝐝𝐨 𝐲𝐚 𝐧𝐨 𝐬𝐚𝐥í𝐚 𝐞𝐥 𝐬𝐨𝐥 𝐞𝐫𝐚 𝐥𝐚 𝐪𝐮𝐞 𝐦𝐞 𝐚𝐛𝐫𝐚𝐳𝐚𝐛𝐚 𝐜𝐮𝐚𝐧𝐝𝐨 𝐞𝐥 𝐜𝐢𝐞𝐥𝐨 𝐬𝐞 𝐧𝐮𝐛𝐥𝐚𝐛𝐚 𝐞𝐫𝐚 𝐥𝐚 𝐪𝐮𝐞 𝐝𝐞𝐣𝐚𝐛𝐚𝐬𝐮 𝐦𝐚𝐫𝐜𝐚 𝐞𝐧 𝐦𝐢 𝐜𝐨𝐫𝐚𝐳ó𝐧. 𝐀𝐬í 𝐞𝐫𝐚 𝐜𝐨𝐦𝐨 𝐥𝐥𝐚𝐦𝐚𝐛𝐚 𝐚 𝐮𝐧𝐚 𝐩𝐞𝐪𝐮𝐞ñ𝐚 𝐢𝐧𝐭𝐫𝐮𝐬𝐚 𝐪𝐮𝐞 𝐡𝐚𝐛í𝐚 𝐬𝐚𝐜𝐚𝐝𝐨 𝐥𝐚 𝐩𝐚𝐳 𝐪𝐮𝐞 𝐭𝐞𝐧𝐢𝐚 𝐦𝐢 𝐜𝐨𝐫𝐚𝐳ó𝐧.
𝐇𝐨𝐲 𝐦𝐢𝐫𝐨 𝐩𝐚𝐫𝐚 𝐚𝐭𝐫á𝐬 𝐲 𝐝𝐢𝐠𝐨 𝐪𝐮𝐞 𝐚𝐥𝐢𝐯𝐢𝐨 𝐚𝐡𝐨𝐫𝐚 𝐲𝐚 𝐧𝐨 𝐞𝐬𝐭á 𝐲 𝐧𝐨 𝐥𝐚 𝐪𝐮𝐢𝐞𝐫𝐨 𝐥𝐥𝐚𝐦𝐚𝐫.
𝐒𝐢𝐧 𝐞𝐥𝐥𝐚 𝐝𝐞𝐬𝐜𝐮𝐛𝐫í 𝐪𝐮𝐞 𝐡𝐚𝐲 𝐮𝐧𝐚 𝐯𝐢𝐝𝐚 𝐚𝐛𝐮𝐧𝐝𝐚𝐧𝐭𝐞 𝐥𝐥𝐞𝐧𝐚 𝐝𝐞 𝐜𝐨𝐬𝐚𝐬 𝐛𝐮𝐞𝐧𝐚𝐬 𝐪𝐮𝐞 𝐞𝐬𝐭á𝐧 𝐩𝐨𝐫 𝐥𝐥𝐚𝐦𝐚𝐫𝐭𝐞.
𝐒𝐢𝐧 𝐞𝐥𝐥𝐚 𝐩𝐮𝐝𝐞 𝐯𝐨𝐥𝐚𝐫, 𝐬𝐢𝐧 𝐞𝐥𝐥𝐚 𝐩𝐮𝐝𝐞 𝐜𝐫𝐞𝐜𝐞𝐫, 𝐩𝐨𝐝𝐞𝐫 𝐬𝐚𝐛𝐞𝐫 𝐪𝐮𝐢𝐞𝐧 𝐬𝐨𝐲 𝐲 𝐪𝐮𝐢𝐞𝐧 𝐧𝐨 𝐪𝐮𝐢𝐞𝐫𝐨 𝐬𝐞𝐫.
𝐒𝐢𝐧 𝐞𝐥𝐥𝐚 𝐝𝐞𝐬𝐜𝐮𝐛𝐫í 𝐥𝐨𝐬 𝐭𝐚𝐥𝐞𝐧𝐭𝐨𝐬 𝐪𝐮𝐞 𝐭𝐞𝐧í𝐚 𝐥𝐨𝐬 𝐝𝐞𝐣é 𝐬𝐚𝐥𝐢𝐫 𝐬𝐢𝐧 𝐭𝐚𝐩𝐚𝐫 𝐥𝐚 𝐬𝐚𝐥𝐢𝐝𝐚.
𝐃𝐞𝐬𝐩𝐞𝐝𝐢𝐫𝐥𝐚 𝐟𝐮𝐞 𝐮𝐧 𝐝𝐮𝐞𝐥𝐨 𝐧𝐨 𝐥𝐨 𝐯𝐨𝐲 𝐚 𝐧𝐞𝐠𝐚r, 𝐚𝐥 𝐭𝐞𝐧𝐞𝐫𝐥𝐚 𝐭𝐚𝐧𝐭𝐨 𝐭𝐢𝐞𝐦𝐩𝐨 𝐦𝐞 𝐥𝐚 𝐪𝐮𝐞𝐫í𝐚 𝐪𝐮𝐞𝐝𝐚𝐫.
𝐒𝐢𝐧 𝐞𝐦𝐛𝐚𝐫𝐠𝐨 𝐡𝐨𝐲 𝐦𝐞 𝐝𝐨𝐲 𝐜𝐮𝐞𝐧𝐭𝐚 𝐲𝐨 𝐪𝐮𝐞 𝐬𝐢𝐧 𝐞𝐬𝐞 𝐝𝐮𝐞𝐥𝐨 𝐧𝐨 𝐡𝐮𝐛𝐢𝐞𝐫𝐚 𝐬𝐢𝐝𝐨 𝐲𝐨.
𝐀𝐬í 𝐪𝐮𝐞 𝐥𝐞 𝐝𝐢𝐠𝐨 𝐚𝐝𝐢ó𝐬 𝐚 𝐞𝐬𝐞 𝐩𝐞𝐪𝐮𝐞ñ𝐨 𝐬𝐞𝐫 𝐪𝐮𝐞 𝐝𝐮𝐫𝐚𝐧𝐭𝐞 𝐦𝐮𝐜𝐡𝐨 𝐭𝐢𝐞𝐦𝐩𝐨 𝐧𝐨 𝐦𝐞 𝐡𝐚 𝐝𝐞𝐣𝐚𝐝𝐨 𝐬𝐞𝐫”.
"Hace unos años, vivíamos en otra provincia, y por recomendación e insistencia de nuestro pediatra de confianza, comenzamos a probar el asesoramiento de Profesionales en Nutrición. Nuestra niña, en ese momento tenía 6 años, y probamos con varios profesionales y, no nos sentimos cómodos con la modalidad de seguimiento, como así tampoco con el mensaje que se le brindaba a una niña tan pequeña (había que bajar de peso si o si, ella debía registrar comidas, el hermano también debía registrar comidas, se sometía a una dieta estricta, etc.). En ese momento, optamos por fomentar la actividad física (hacía básquet y natación), y abandonamos el tratamiento Nutricional. Allá por 2019, nos mudamos a Neuquén, cuando ya nuestra niña tenía 9 años, y a pesar de los esfuerzos que hacíamos no podíamos encaminar la alimentación. Comenzaron las cargadas en los compañeros del colegio.
Mi preocupación como mamá, era que, en algún punto, derivara una enfermedad (diabetes, Anorexia o Bulimia). Para terminar de complicar la situación, la pandemia, la aisló, impidiendo la socialización en el colegio y con amigos, y también, la posibilidad de realizar deportes de competición.
Realmente, era muy frustrante no poder manejar la situación. La ventaja que teníamos es que nuestra niña es súper activa y amante del deporte, por lo cual sus estudios médicos y laboratorios eran normales.
Por recomendación de una familia amiga, nos acercamos a Jóvenes, buscando asesoramiento y contención. Desde hace algo más de un año, comenzamos a transitar el camino bajo la tutela de Ceci, la nutrí preferida de nuestra hija y nuestra también, y con el apoyo psicológico de Debo que le enseño a sacar emociones del plato. Toda la familia cambió y ordenó la forma de alimentación, para poder acompañarla en este camino, juntos fue mucho más fácil.
En mi última sesión donde firmé mi tan anhelado alta, pude mirar hacia atrás y pude verme, asustada, creyendo que nunca iba a poder salir. Llegué a jóvenes luego de desmayos, mareos, sin querer comer, matándome en el gimnasio, contando hasta la más insignificante caloría, con un humor súper cambiante, frustrada por cómo me veía y sintiendo asco de verme al espejo. Ahí estaban Débora, Ailin y Julieta, esperándome para ayudarme, con una paciencia tremenda.
En estos años experimenté todas las emociones, pero ninguna se compara con las que florecieron este último tiempo, felicidad, aceptación, sentirme plena conmigo y segura. No es fácil admitir que uno no está bien, no es fácil pedir ayuda y mucho menos el tratamiento, pero hoy puedo decir con certeza que más difícil es vivir en el pozo del TCA.
Me voy con el Corazón inundado de felicidad y lleno de gratitud.
Gracias a mis compañeras de grupo que todas de una manera u otra marcaron mi vida, a Débora por siempre ayudarnos, a Ailin (es la que se lleva la peor parte) por guiarme en la alimentación y ayudar a organizarme, a volver a tener hambre; a Patri, por ser paciente con los turnos, a Julieta, mi psicóloga, la más Hermosa de todas (por dentro y por fuera), que siempre desde el amor que le tiene a la profesión te encamina. A Mario que estuvo en todo el proceso, aun en los días más difíciles, y creo que eso fue clave, tener en casa un aliado que nunca se dio por vencido.
Gracias Jóvenes, por todo.
¡Hola! Soy Sara, QUIERO AYUDAR y por eso les voy a contar la historia de mi TCA (Trastorno de la Conducta Alimentaria), para poder prevenir, curar e informar. Mi TCA empezó como si nada y sin darme cuenta fue avanzando lentamente. Primero empecé a comer «la porción ideal», a cocinar «saludable» y esforzarme por un «buen físico». Con el paso del tiempo mi variedad de alimentos y mi porción de comida fueron disminuyendo. Recurrimos a un médico pediatra, pero no funcionó, mi peso descendía velozmente, probamos con una nutricionista, una psicóloga y un médico nutricionista, pero nada me ayudaba.
Mi familia estaba desesperada y yo cada vez peor, sin darme cuenta llegue al extremo. En ese momento conocimos a «Jóvenes Salud Integral» (un centro especializado en adolescencia, donde hay profesionales especializados en TCA) y ahí empecé mi tratamiento en donde me diagnosticaron Anorexia nerviosa, fue difícil aceptar que tenía una enfermedad, que mi vida estaba en riesgo y que mi cuerpo ya no aguantaba más así. Mi tratamiento no fue lineal (el de nadie es lineal), costó mucho y fue durísimo porque adentro mío ya no estaba la Sara que era, ni la que los otros conocían, había algo que me invadía y controlaba. Pero gracias al equipo de profesionales de «Jóvenes» y a mis seres queridos, pude ir recuperándome, aprendiendo y poco a poco ir saliendo del TCA. Llevo tiempo, pero valió la pena, vale la pena estar sano, vale la pena ser feliz y disfrutar. El tratamiento me dio herramientas para enfrentar situaciones, para ser fuerte psicológicamente y crecer sanamente.
Esta enfermedad me hizo sufrir mucho a mí y a mí familia, pero nos dejó una enseñanza enorme y nos cambió como personas.
Las enfermedades psicológicas no son un chiste, no son una histeriqueada, no son para llamar la atención, son enfermedades tan serias como cualquier otra. no se puede salir solo, no tengan miedo de pedir ayuda, o de querer ayudar.
Quiero contar mi historia, soy Micaela, Paciente de Jóvenes, tengo Trastorno de la alimentación.
Empezó a mis 14 años, sin pensar en lo que me estaba metiendo, empecé restringiendo comidas y a volverme más observadora a la hora de comer, evitando «grasas», que según yo no me hacían bien. Así pasé 6 años de mi adolescencia, con altos y bajos, con cambios de humor y claramente cambios de peso todo el tiempo. Llegué a Jóvenes con 20 años, en un momento de desborde, cuando supe que no había manera de acomodarme sola y con mis vínculos afectivos casi rotos. Mi día de admisión, llegué con todas las ganas de cambiar mi calidad de vida, tuve miedo (incluso quise salir corriendo una vez estando en la puerta), pero algo dentro mío sabía que era lo mejor, me encontré con un grupo de profesionales que tenían todas las intenciones de ayudarme y encontrar solución a esto. Un año y medio de tratamiento nutricional, psiquiátrico, y psicológico por bulimia y anorexia nerviosa. Con mi cabeza más clara empecé a ver los cambios que claramente yo estaba generando en mí, no todo fue color de rosa, tuve mis recaídas, pero supe levantarme, seguir, y aprender a escuchar lo que mi cuerpo necesitaba.
Después de recibir mi tan esperado ALTA, llegó el momento de salir y aplicar todo lo aprendido, enfrentarse a la sociedad, pero esta vez era diferente, tenía armadura que había construido con todo lo aprendido. ¿Porque la historia siguió y porque sigo siendo paciente si ya recibí el alta?: Porque a veces hay situaciones que nos toman de sorpresa y nunca está mal volver, para poder reforzar la armadura. Hoy estoy feliz de poder contarlo y de poder dar la esperanza de que ESTO TIENE CURA, aprendí a buscar soluciones más saludables para mi vida, dejando de lado preocupaciones innecesarias. Es una enfermedad que hace que te calles, que rompas tus vínculos, que lo único que pretende es aislarte del mundo. NO ESTÁS SOLO Y NO TENGAS MIEDO DE HABLAR, ojalá esto deje de ser un tabú y que la gente pueda realmente tomar conciencia de la cantidad de personas a las que esto afecta. Pueden ayudarme compartiendo lo que fue mi TCA. ¡Gracias jóvenes!
Mi nombre es Valentina y voy a relatar mi historia, sucesos y las emociones o sentimientos que fui viviendo a lo largo del tratamiento. La verdad que es algo bastante complicado de poner en palabras, fue literalmente como un VIAJE POR TIERRAS DESCONOCIDAS donde me crucé con una enorme cantidad de OBSTÁCULOS los cuales hicieron que la trayectoria se volviera agotadora. Aun así, debo agregar que NADA FUE EN VANO…
Comencé el tratamiento en CONTRA DE MI VOLUNTAD y completamente NEGADA, no deseaba estar ahí porque la mayoría estaba en mi contra y ninguno me comprendía, o eso es lo que me daba a entender la maldita enfermedad!!! Constantemente se hacía presente la sensación de que alguien me apretaba con fuerza el pecho. Sentimientos de SOLEDAD, TRISTEZA, MIEDO y ANGUSTIA; sumado el hecho de que se me hacía imposible no escuchar LA VOZ DE LA ANOREXIA hablándome y criticando mis acciones a todas horas, llevaron a que me perdiera varias veces en el camino y terminara peor de lo que estaba antes.
Una mañana, mi papá me levanta con los ojos hechos cristales por las lágrimas, prepara una mochila y me lleva de urgencia al hospital. Nunca voy a olvidar esa cruda imagen, una mirada llena de dolencia e inquietud. Pasé, aproximadamente, tres semanas en INTERNACIÓN. Tenía revisiones llevadas a cabo por un grupo de doctores generales cada tres horas, incluidas las noches; y una nutricionista que armaba todos los días el plan alimenticio. Al finalizar, retome el tratamiento en Jóvenes, pero con otra mirada completamente diferente. Cada obstáculo y caída permitió que en mi cabeza entrara la idea de que la situación SE ME HABIA IDO DE LAS MANOS, ERA GRAVE y necesitaba AYUDA. Dejé de resistirme, les permití a las personas acercarse y darme una mano, puse hasta la última gota de mi energía en hacer las cosas bien con el fin de poder encontrar el bienestar tanto físico como mental.
De un momento a otro las cosas comienzan a tomar color, ya no es todo blanco y negro. La presión en el pecho se desvanece, SONRIO mucho más, ya no me siento SOLA, no me encierro ni me oculto. Cuento con la presencia de personas de enorme corazón que quieren verme bien. No vuelvo a dejar que la voz de la anorexia me domine, peleo y discuto hasta último momento. Cada tanto aparece uno que otro pensamiento negativo, pero aprendí a no entrar en pánico, es completamente normal no estar bien todo el tiempo y cuento con HERRAMIENTAS para no dejar que me consuman. Una vez leí una frase que decía: “Soltar lo que te hace daño, es la (r) evolución a todo lo bonito” y cuanta verdad hay en ella. Hoy puedo decir que lo logre, no me di por vencida y Salí del pozo oscuro. Me encuentro fuera, en la orilla, y lo miro desde arriba agradeciéndole por todo, las marcas generadas quedaran como recordatorio de lo vivido y donde no quiero volver. Todos merecemos la felicidad, y ella se refleja cuando estamos bien con nosotros mismos. ¡Debemos priorizar la paz mental, ser conscientes de lo que valemos, el bienestar depende de nosotros, se tarda en sanar, pero se SANA!
Mi nombre es Vicky, y quiero compartirles mi experiencia: Un día me desperté sin saber dónde estaba, perdida y confundida, yo no soy una persona que se pierde con facilidad, o por lo menos que no lo demuestro, pero esta vez era distinto, estaba todo OSCURO y yo estaba completamente desnuda, SIN ABRIGO, SIN MAPA y SIN HERRAMIENTA alguna, no veía nada a mi alrededor, solo sabía que yo estaba ahí, hasta que escuche una voz, era MI MAMÁ, que me decía que camine un poco, y le hice caso, TRASTABILLÉ, me TROPECÉ, pero un par de pasos pude dar, hasta que me encontré con una casa que decía JÓVENES. Algo me decía que no entre ahí, que solo estaba perdiendo mi tiempo, que era al pedo, adentro HABIA ABRIGO Y MUCHISIMAS HERRAMIENTAS que iba a necesitar para volver a casa, pero de alguna manera estar afuera, a oscuras con frío, era reconfortante, quizás porque hasta ahora era lo único que conocía, pensé y pensé muchísimo que iba a hacer, pero cuando me di cuenta ya me habían empujado y estaba adentro. Al entrar no entendía nada, me agarraron, me vistieron un poco, me dieron un par de cosas y me volvieron a tirar afuera, y yo decía: ¿pero qué carajo hago yo con esto? ¿A dónde tengo que ir? ¿qué tengo que hacer? porque tengo que moverme? y un montón de preguntas más, y me dijeron una sola cosa, que LA ÚNICA SOLUCIÓN ERA SEGUIR CAMINANDO. yo estaba en un punto de quiebre donde otra opción no se me ocurría, así que les hice caso, CAMINE un poco, RETROCEDÍ, DI LA VUELTA, sentía que mis pasos no funcionaban que, aunque caminara no estaba avanzando, como si subiera una escalera mecánica al revés, y no entendía porque, pero seguí igual.
Después de caminar por círculos 500 veces me encontré con una persona, DEBO, que ME HABLO, me intento explicar dónde estaba y que pasaba, pero yo sentía que hablaba chino y no le entendía, o no le quería entender, ME MIRO y ME DIO UNA LINTERNA, una de las herramientas más útiles en el recorrido, PUDE VER DONDE ESTABA, COMO ESTABA Y PARA DONDE IBA. Así, un poco más segura seguí caminando, raspándome las rodillas, pero de alguna u otra forma avanzaba. Me volví a encontrar con alguien más, AILIN, ella me miro, miro mis heridas y rodillas machacadas y me dijo que no está mal caerse un par de veces, siempre que después me aprenda a levantar y otra vez me dio un empujoncito. Seguí viaje, camine días que parecían años, pero estaba abrigada y tenía más herramientas así que estaba tranquila, estaba tan concentrada en mi camino que cuando menos lo espere, ya había salido el SOL.
Hola soy Sol, les comparto un Poema de mi autoría que escribí cuando me dieron el Alta del tratamiento por TCA:
“𝐌𝐢 𝐦𝐞𝐣𝐨𝐫 𝐚𝐦𝐢𝐠𝐚 𝐞𝐫𝐚, 𝐦𝐢 𝐦𝐞𝐣𝐨𝐫 𝐚𝐦𝐢𝐠𝐚 𝐬𝐞 𝐥𝐥𝐚𝐦𝐚𝐛𝐚, 𝐞𝐫𝐚 𝐥𝐚 𝐪𝐮𝐞 𝐦𝐞 𝐚𝐜𝐨𝐦𝐩𝐚ñ𝐚𝐛𝐚 𝐜𝐮𝐚𝐧𝐝𝐨 𝐲𝐚 𝐧𝐨 𝐬𝐚𝐥í𝐚 𝐞𝐥 𝐬𝐨𝐥 𝐞𝐫𝐚 𝐥𝐚 𝐪𝐮𝐞 𝐦𝐞 𝐚𝐛𝐫𝐚𝐳𝐚𝐛𝐚 𝐜𝐮𝐚𝐧𝐝𝐨 𝐞𝐥 𝐜𝐢𝐞𝐥𝐨 𝐬𝐞 𝐧𝐮𝐛𝐥𝐚𝐛𝐚 𝐞𝐫𝐚 𝐥𝐚 𝐪𝐮𝐞 𝐝𝐞𝐣𝐚𝐛𝐚𝐬𝐮 𝐦𝐚𝐫𝐜𝐚 𝐞𝐧 𝐦𝐢 𝐜𝐨𝐫𝐚𝐳ó𝐧. 𝐀𝐬í 𝐞𝐫𝐚 𝐜𝐨𝐦𝐨 𝐥𝐥𝐚𝐦𝐚𝐛𝐚 𝐚 𝐮𝐧𝐚 𝐩𝐞𝐪𝐮𝐞ñ𝐚 𝐢𝐧𝐭𝐫𝐮𝐬𝐚 𝐪𝐮𝐞 𝐡𝐚𝐛í𝐚 𝐬𝐚𝐜𝐚𝐝𝐨 𝐥𝐚 𝐩𝐚𝐳 𝐪𝐮𝐞 𝐭𝐞𝐧𝐢𝐚 𝐦𝐢 𝐜𝐨𝐫𝐚𝐳ó𝐧.
𝐇𝐨𝐲 𝐦𝐢𝐫𝐨 𝐩𝐚𝐫𝐚 𝐚𝐭𝐫á𝐬 𝐲 𝐝𝐢𝐠𝐨 𝐪𝐮𝐞 𝐚𝐥𝐢𝐯𝐢𝐨 𝐚𝐡𝐨𝐫𝐚 𝐲𝐚 𝐧𝐨 𝐞𝐬𝐭á 𝐲 𝐧𝐨 𝐥𝐚 𝐪𝐮𝐢𝐞𝐫𝐨 𝐥𝐥𝐚𝐦𝐚𝐫.
𝐒𝐢𝐧 𝐞𝐥𝐥𝐚 𝐝𝐞𝐬𝐜𝐮𝐛𝐫í 𝐪𝐮𝐞 𝐡𝐚𝐲 𝐮𝐧𝐚 𝐯𝐢𝐝𝐚 𝐚𝐛𝐮𝐧𝐝𝐚𝐧𝐭𝐞 𝐥𝐥𝐞𝐧𝐚 𝐝𝐞 𝐜𝐨𝐬𝐚𝐬 𝐛𝐮𝐞𝐧𝐚𝐬 𝐪𝐮𝐞 𝐞𝐬𝐭á𝐧 𝐩𝐨𝐫 𝐥𝐥𝐚𝐦𝐚𝐫𝐭𝐞.
𝐒𝐢𝐧 𝐞𝐥𝐥𝐚 𝐩𝐮𝐝𝐞 𝐯𝐨𝐥𝐚𝐫, 𝐬𝐢𝐧 𝐞𝐥𝐥𝐚 𝐩𝐮𝐝𝐞 𝐜𝐫𝐞𝐜𝐞𝐫, 𝐩𝐨𝐝𝐞𝐫 𝐬𝐚𝐛𝐞𝐫 𝐪𝐮𝐢𝐞𝐧 𝐬𝐨𝐲 𝐲 𝐪𝐮𝐢𝐞𝐧 𝐧𝐨 𝐪𝐮𝐢𝐞𝐫𝐨 𝐬𝐞𝐫.
𝐒𝐢𝐧 𝐞𝐥𝐥𝐚 𝐝𝐞𝐬𝐜𝐮𝐛𝐫í 𝐥𝐨𝐬 𝐭𝐚𝐥𝐞𝐧𝐭𝐨𝐬 𝐪𝐮𝐞 𝐭𝐞𝐧í𝐚 𝐥𝐨𝐬 𝐝𝐞𝐣é 𝐬𝐚𝐥𝐢𝐫 𝐬𝐢𝐧 𝐭𝐚𝐩𝐚𝐫 𝐥𝐚 𝐬𝐚𝐥𝐢𝐝𝐚.
𝐃𝐞𝐬𝐩𝐞𝐝𝐢𝐫𝐥𝐚 𝐟𝐮𝐞 𝐮𝐧 𝐝𝐮𝐞𝐥𝐨 𝐧𝐨 𝐥𝐨 𝐯𝐨𝐲 𝐚 𝐧𝐞𝐠𝐚r, 𝐚𝐥 𝐭𝐞𝐧𝐞𝐫𝐥𝐚 𝐭𝐚𝐧𝐭𝐨 𝐭𝐢𝐞𝐦𝐩𝐨 𝐦𝐞 𝐥𝐚 𝐪𝐮𝐞𝐫í𝐚 𝐪𝐮𝐞𝐝𝐚𝐫.
𝐒𝐢𝐧 𝐞𝐦𝐛𝐚𝐫𝐠𝐨 𝐡𝐨𝐲 𝐦𝐞 𝐝𝐨𝐲 𝐜𝐮𝐞𝐧𝐭𝐚 𝐲𝐨 𝐪𝐮𝐞 𝐬𝐢𝐧 𝐞𝐬𝐞 𝐝𝐮𝐞𝐥𝐨 𝐧𝐨 𝐡𝐮𝐛𝐢𝐞𝐫𝐚 𝐬𝐢𝐝𝐨 𝐲𝐨.
𝐀𝐬í 𝐪𝐮𝐞 𝐥𝐞 𝐝𝐢𝐠𝐨 𝐚𝐝𝐢ó𝐬 𝐚 𝐞𝐬𝐞 𝐩𝐞𝐪𝐮𝐞ñ𝐨 𝐬𝐞𝐫 𝐪𝐮𝐞 𝐝𝐮𝐫𝐚𝐧𝐭𝐞 𝐦𝐮𝐜𝐡𝐨 𝐭𝐢𝐞𝐦𝐩𝐨 𝐧𝐨 𝐦𝐞 𝐡𝐚 𝐝𝐞𝐣𝐚𝐝𝐨 𝐬𝐞𝐫”.
Cuando Cata empezó a venir por problemas de sobrepeso infantil, tenía apenas 9 años y varios intentos fallidos de tratamiento. Su mamá nos relata la experiencia:
«Hace unos años, vivíamos en otra provincia, y por recomendación e insistencia de nuestro pediatra de confianza, comenzamos a probar el asesoramiento de Profesionales en Nutrición. Nuestra niña, en ese momento tenía 6 años, y probamos con varios profesionales y, no nos sentimos cómodos con la modalidad de seguimiento, como así tampoco con el mensaje que se le brindaba a una niña tan pequeña (había que bajar de peso si o si, ella debía registrar comidas, el hermano también debía registrar comidas, se sometía a una dieta estricta, etc.). En ese momento, optamos por fomentar la actividad física (hacía básquet y natación), y abandonamos el tratamiento Nutricional. Allá por 2019, nos mudamos a Neuquén, cuando ya nuestra niña tenía 9 años, y a pesar de los esfuerzos que hacíamos no podíamos encaminar la alimentación. Comenzaron las cargadas en los compañeros del colegio.
Mi preocupación como mamá, era que, en algún punto, derivara una enfermedad (diabetes, Anorexia o Bulimia). Para terminar de complicar la situación, la pandemia, la aisló, impidiendo la socialización en el colegio y con amigos, y también, la posibilidad de realizar deportes de competición.
Realmente, era muy frustrante no poder manejar la situación. La ventaja que teníamos es que nuestra niña es súper activa y amante del deporte, por lo cual sus estudios médicos y laboratorios eran normales.
Por recomendación de una familia amiga, nos acercamos a Jóvenes, buscando asesoramiento y contención. Desde hace algo más de un año, comenzamos a transitar el camino bajo la tutela de Ceci, la nutrí preferida de nuestra hija y nuestra también, y con el apoyo psicológico de Debo que le enseño a sacar emociones del plato. Toda la familia cambió y ordenó la forma de alimentación, para poder acompañarla en este camino, juntos fue mucho más fácil.
Mi nombre es Yose, en abril del 2021 comenzaba mi recorrido a la sanación. En mi última sesión donde firmé mi tan anhelado alta, pude mirar hacia atrás y pude verme, asustada, creyendo que nunca iba a poder salir. Llegué a jóvenes luego de desmayos, mareos, sin querer comer, matándome en el gimnasio, contando hasta la más insignificante caloría, con un humor súper cambiante, frustrada por cómo me veía y sintiendo asco de verme al espejo. Ahí estaban Débora, Ailin y Julieta, esperándome para ayudarme, con una paciencia tremenda.
En estos años experimenté todas las emociones, pero ninguna se compara con las que florecieron este último tiempo, felicidad, aceptación, sentirme plena conmigo y segura. No es fácil admitir que uno no está bien, no es fácil pedir ayuda y mucho menos el tratamiento, pero hoy puedo decir con certeza que más difícil es vivir en el pozo del TCA.
Me voy con el Corazón inundado de felicidad y lleno de gratitud.
Gracias a mis compañeras de grupo que todas de una manera u otra marcaron mi vida, a Débora por siempre ayudarnos, a Ailin (es la que se lleva la peor parte) por guiarme en la alimentación y ayudar a organizarme, a volver a tener hambre; a Patri, por ser paciente con los turnos, a Julieta, mi psicóloga, la más Hermosa de todas (por dentro y por fuera), que siempre desde el amor que le tiene a la profesión te encamina. A Mario que estuvo en todo el proceso, aun en los días más difíciles, y creo que eso fue clave, tener en casa un aliado que nunca se dio por vencido.
Gracias Jóvenes, por todo